lunes, 2 de abril de 2012

"Hay que estar medio loco para dirigir"

Raúl Cavalleri (Rosario, 20/03/53) se detiene, mira, y asegura no saber por qué fue que se metió en el camino para haber llegado a donde está. Luego de haber sumado dos estrellas a su hoja de vida, una con Minervén (1996) y otra con Italchacao (1999), el técnico rosarino tiene claro el devenir de los hechos.

Recuerda con claridad que jugando en Lara a finales de los setenta, se lesionó la columna y el equipo le ofreció ser asistente. El tiempo le abrió el paso hasta ser el entrenador principal. "No era algo que yo estaba buscando", dijo. Sin embargo, comenzó a caminar. "En ese Lara recuerdo que no teníamos más de dos pelotas". Luego a tomar curvas y curvas hasta llegar a un cuadro de mediana estatura como Aragua, donde sigue dirigiendo con la intensidad de cuando llevaba las riendas de algún favorito. "Es una mentalidad que te queda. Recuerdo que cuando llegué al Aragua estaba de puesto 15 y ganamos el primer partido 1-0 a Llaneros. El segundo ganamos a Yaracuyanos de chiripa y nos tocó ir a San Cristóbal. En el vestuario les pedí que teníamos que ganarle a Táchira y todos me miraban diciendo `este está loco. Si apenas veníamos saliendo del descenso’. Y es que esa presión de ganar me la meto solo, no necesito que me lo digan los directivos o el público. Yo venía con el Aragua y si perdía con Táchira en Pueblo Nuevo, pasaban dos días que nadie me podía hablar. Me ponía terrible. Era como un poco que no estaba consciente de lo que había llevado. No podía estar amargado 48 horas, tenía que darme cuenta de con qué le quería ganar", comentó con ese acento argentino al que se aferra como para no olvidar sus raíces.

A pesar de no haber tenido claro a dónde quería llegar con el camino que estaba tomando, Cavalleri fue anotando en una libreta las cualidades que iba viendo necesarias para ese puesto. "Para ser técnico hay que estar un poco desequilibrado", es una de las primeras cosas que anotó. Al lado le puso un visto bueno: "Todos lo estamos un poco". Sin embargo, la lista no se detiene ahí. "Ser técnico es un todo, es un cúmulo de montones de cosas. Es simbólico que hay que estar loco. Si analizás lo que fue mi vida, en mi barrio éramos 10 amigos y todos hacían lo que yo decía, porque tenía la característica de líder. Una vez en el colegio hicieron una reunión y dijeron que había una mafia. Yo no era mafioso pero aparecieron mis padres, pobres, y les dijeron que el jefe de la mafia es su hijo. Siempre me tenían como el jefecito. Llegué a los equipos y era capitán. Eso tampoco lo busqué. Si hay 10 muchachos como vos y siguen lo que dices, es porque debes tener algo de líder".

Capacidad de reacción. La lista continúa. "Luego debes analizar y ver el fútbol, que es algo que a todos nos gusta y que es muy discutible. Luego hay entrenadores y directores tácticos. Director técnico sería el entrenador, es el director de los trabajos técnicos pero director táctico es el estratega. Una vez Niembro, (Fernando, un conocido periodista argentino) le preguntó a (Gabriel) Batistuta y a (Hernán) Crespo, que venían de ser figuras en Europa, qué técnico era mejor, si el europeo o en este caso los argentinos. Y los dos contestaron que los argentinos, porque dijeron que eran los únicos que en un vestuario cambiaron un partido. El europeo no te lo cambia, comienza de una manera y así terminás. Por eso digo que hay dos tipos, entrenadores hay muchos. Pero la estrategia, la formación del equipo, la visión de elegir a uno entre 30 jugadores, el decir: 'este es el equipo, lo encontré’. El pensar un partido y conseguirte con otro en la cancha y poder cambiarlo, eso te convierte en estratega. Y después hay que ser consciente y no lo digo por humildad si no por sabiduría: no hay técnico sin jugadores. No existen".

De entre esas cualidades, hay una que ha destacado a Cavalleri, quien ha abierto la puerta del fútbol profesional a varios jovencitos. "Por mis manos han pasado los mejores jugadores venezolanos y eran muchachos. (Edson) Tortolero, cuando yo llegué, estaba en la segunda división de Minervén de El Callao. Yo pude haber dicho, `este no me sirve, traéme uno de experiencia’. Como Tortolero puedo decirte Angelucci. Cuando lo traíamos de Turén, le pateaban de 40 metros y era gol. Juan García, jugaba en un equipito que se llamaba Interalumen. Y así un montón, me traje cuando no era nada a (Rafael) Castellín, era un muchachito de Monagas. Y si me pongo a recordar. Un día me dijeron hay un loco de pelo largo, juega bien pero es extraño. Se llamaba Félix Hernández, y les dije que lo trajeran".

Todos ellos fueron fundamentales en los éxitos del técnico a finales de la década de los noventa. Sin embargo, el tino aseguró no haberlo perdido. "En Aragua eso sigue pasando, un día me voy a ver un juego de los juveniles y digo `¿Y este muchacho?’, les dije que me lo mandaran y así apareció (Juan) Azocar. Por ahí no me lo habían mandado creyendo que había mejores. Menos mal que fui a ver ese partido", apuntó sobre el delantero, uno de sus últimos descubrimientos. "En Argentina grandes técnicos de menores han hecho historia. Son esos técnicos que veían lo que no veíamos todos. Hay gente que ve donde otros no ven. Por eso, por mis manos han pasado grandes chicos, vaya a saber si con alguno me equivoqué, no lo sé, quizás pasó alguno bueno y no me di cuenta".

"En las entrevistas siempre hablamos lo mismo". Aunque no esté anotada en el cuadernito de cualidades para ser entrenador, otro de los rasgos principales de Cavalleri es su sinceridad. "En el fútbol hay muchos versos, hay pocos frontales. A veces vienen a hacerme entrevista y no me gusta porque siempre hablamos lo mismo, ¿qué quieres que te diga? Que sí, que Caracas es difícil. Mañana viene Llaneros y te digo lo mismo. En el fútbol hay que decir verdades pero tiran muchos versos. Conmigo no se meten y yo no me puedo meter pero hay técnicos que dicen: 'a mí no me gusta ganar si no se juega bien’, y no, es mentira, es mentira porque los echan. Y después los veo llorando y quejándose. A mí me suena a excusa". Sin adornos, el argentino no tiene problemas en admitir su postura. "El fútbol es de resultados. Esa es la eterna pelea discusión espectáculo contra resultado. Y yo digo que me encanta el resultado y me encanta estar en un sillón viendo al Barcelona. Pero cuando dirijo, mi prioridad es el resultado. Si mi equipo ganó y jugó bien mejor, pero si ganó y no jugó bien me voy satisfecho. Para que la voy a negar, para mí lo mas importante es el resultado".

Y así ha sido, asegura, en lo que el denomina "el collar de la vida", que no es otra cosa que una explicación cíclica de la historia. "La vida de uno es como un collar, que comienza en un lugar, da la vuelta y vuelve. Empezás como un niño y terminás como un niño porque cuando sos un hombre muy viejo dependes de los demás, como cuando eras un bebe". Un ejemplo que adapta a su carrera como entrenador, que comenzó en un Lara lleno de muchachos y hoy continúa en un Aragua, que también lo armó sobre varios jovencitos.

¿Fue pensado así para aprovechar uno de los puntos del cuadernito de habilidades? "No, hay que dejarse de versos. Fue la necesidad que me llevó a descubrir. Si me compran futbolistas, pido jugadores para salir campeón. Tenía al gran Miky Mea Vitali, lo disfruté seis meses y para fuera. Y así me fijé, traje a (Dani) Febles, a (Franco) Fasciana, (Ronald) Giraldito, traje buena importación. Luego está (José) Contreras, que es un fenómeno. Ese me lo apuntó Farías.

Cuando fuimos era el tercer arquero del Zamora, no se habían dado cuenta de lo que era hasta que lo trajimos. Por eso digo, si hubiera tenido plata hubiera salido a comprar jugadores". Y es que en ese collar del que habla, Aragua tiene cosas que compara con aquel Lara de las dos pelotas. "Lo faltantes de la vida me faltaron aquí. Este era un equipo que tuve que cambiarle todo, la estructura, todo. Cuando llegué, ni te puedo contar. Si decías, ¿Y este jugador por qué? y te decían: `No pero es que el padre ha ayudado mucho’. Y no, pará, conmigo no. Vete a tu casa". Sin embargo, luego de varios meses asegura haberle tomado cariño a los dirigentes y a la misma camiseta. "Yo me involucro mucho en los equipos que dirigo, casi como si fuera un hincha. Siento que tengo toda la vida aquí en el Aragua". Por eso aspira ahora, sin versos y con el resultado por sobre cualquier cosa, llevar al equipo a una Copa Internacional. Luego ya verá a dónde lo llevará la teoría sobre el collar de la vida.

*Nota publicada en la edición del 02/04/2012 de El Nacional. Fotos de Williams Marrero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario