lunes, 16 de abril de 2012

Dos criollos jugarán el Mundialito de Fútbol de Playa

En marzo del año pasado, bajo el auspicio de FIFA, se organizó el primer Mundialito de equipos de fútbol de playa. La copa la terminó alzando el brasileño Vasco Da Gama pero en el tercer lugar figuró el Flamengo, que contó con el venezolano Carlos Longa entre sus refuerzos para la cita.
Luego de sacar buenas conclusiones de la cita, la empresa organizadora Beach Soccer decidió retomar la idea este año y citar de nuevo a los mejores equipos del mundo para jugar la segunda edición del Mundialito, en la que muy posiblemente Longa repetirá con la camiseta del "Mengao" aunque esta vez tendrá compañía, ya que Edgar Quintero también fue invitado por el entrenador del Corinthians, Alexandre Suárez, para participar en la competencia. Ambos fueron parte de la selección venezolana que jugó en Italia el Mundial de naciones del año pasado.
"Esta es la segunda competencia más importante de la disciplina, hay muchos ojos del mundo ahí", contó Quintero, quien explicó que a la competencia asistirán equipos como el Barcelona, el Milan o el Sporting de Portugal, subcampeón del año pasado. Para él, la convocatoria de ambos es un respaldo al crecimiento de la disciplina dentro del país.

"El jugador de ahora no se quiere ensuciar la ropa"


Diony Guerra sigue levantándose bien temprano cada mañana. Ya no lo hace para entrenar, desde hace años dejó el fútbol profesional y ahora se lanza al mar en busca de Lebranches y Liras con los que se gana la vida. En sus días de futbolista, la pesca era un pasatiempo que, por necesidad, se convirtió en el sustento familiar. "Por mi mala cabeza derroché mucha plata. No la supe administrar. Yo debería tener un trabajo mejor", contó desde su casa en Puerto La Cruz.
Una y otra, según Guerra, no se parecen. "Son dos cosas muy distintas", aunque mantengan la similitud de obligarlo a madrugar. En alta mar se pasan noches enteras, recordando los tiempos en los que aseguró haber ganado 10 títulos. "Creo que nadie tiene tantos títulos, ¿tú sabes de alguno?". La cuenta la hace con tres en el Caracas, otros más en el Maracaibo, uno en Minervén, Chacao, Táchira y uno más con Trujillanos. "Todos los disfruté, todos los gocé, todos me los tomé".
Su carrera se puede rearmar a partir de sus hijos. La primera, Rosmauri, la tuvo en Valencia, su segundo equipo. Luego se casó con una chilena de nombre Jimena y tuvo a Darío Sebastián, quien nació en Concepción mientras jugaba en Chile en la única experiencia que tuvo fuera del país. Regresó y tuvo a Denisse en Maracaibo, adonde llegó luego de pasar por unos cuantos equipos. El último retoño llegó ya en el retiro, Dana, de apenas dos meses.
Entre hijos y goles, Guerra aseguró haberse "mamado como 20 pretemporadas. ¿Sabes cuántos kilómetros corrí entre todas? Eso era lo más duro porque no es como ahora que hay trabajos más avanzados y corren menos". Eran tiempos en los que el delantero se abría paso entre goles y festejos bien particulares. Una vez bailó el Pirulino como a novela Pedro el Escamoso, en otra oportunidad se sacó el zapato e hizo como si llamara por teléfono. "Una vez no quería dar entrevistas en Táchira y me guardaba un tirro en la licra y cuando salía de la cancha me lo ponía". Era parte de una rutina que ya tenía asumida.
"Yo me preparaba casi tanto para entrenar como para las celebraciones. Yo creo que uno tenía que tener carisma, entusiasmo, la gente quería ver algo más que un gol. A mi me decían loco, y está bien". Lo que no le agrada tanto es sentir que nadie ha continuado ese legado. "Yo veo ahora a los jugadores y nada, no celebran. Cuando meten gol se abrazan y ya". Una señal de que las cosas han cambiado.
"El jugador de antes lo llevaba más en la sangre, ahora ganan fortunas pero nunca se quieren ensuciar la ropa. Yo sí me ensuciaba, corría, sudaba por la camiseta que tuviera en ese momento. Yo no quería perder ni en el fútbol tenis que hacíamos, y así debe ser, uno tiene que llevar el fútbol en la sangre y sudar la camisa". La frase la llevó al hecho al explicar que ese sudor lo derrama todavía en partidos de veteranos, en los que llega a reunir a varios nombres ilustres como Tiburón Márquez o Patón González. "Llevamos dos años y medio invictos", apunta, aún orgulloso de sus logros. Aunque la época y la trascendencia sean distintas a las que vivió en su carrera.
Ahora cuando la pesca, las parrillas que organiza y los partidos de veteranos le dejan, se acerca a ver algún partido del torneo local. "Tampoco es que me gusta mucho. Yo creo que me retiré muy temprano, a veces jugando veteranos me ven y me dicen que aún tendría para seguir jugando pero no, qué va, no aguanto otra pretemporada más".

*Nota publicada en El Nacional, el 16/04/2012. La foto pertenece al Archivo fotográfico de El Nacional

domingo, 15 de abril de 2012

Petare y Caracas en una tarde sin bendiciones


Polín Páez-Pumar conoció a Fernando Aristeguieta cuando este tenía cinco años y el primero de ellos era el entrenador del Colegio San Ignacio de Loyola mientras el segundo era apenas un niño. 15 años han pasado de eso, el que era infante creció y ahora es el delantero del Caracas que se jugará buena parte de sus opciones para seguir peleando la punta, esta tarde, contra el Petare en el que Páez-Pumar es el asistente técnico.
"Yo lo vi crecer. Lo tuve desde que tenía 15 años hasta que se fue al Caracas. Recuerdo que en esa época se entrenaba dos días a la semana y jugaba el domingo, pero ya a los 10 u 11 años comenzó a pedir más", cuenta Polín quien decidió complacer la petición del jugador, y este comenzó a entrenar también con el equipo de la categoría superior, que en ese momento lo llevaba Miguel Cordero, hoy preparador físico del Caracas.
De aquellos años, el entrenador no olvida el hambre de victoria del niño Aristeguieta. "De esas ganas de ganar siempre tuvimos que conversar muchas veces, decirle que a esa edad, los 5 años, que lo importante son otras cosas. Muchos niños a veces ni sabían cómo había terminado el partido, estaban era disfrutando del juego, pero Fernando siempre quería ganar".
Entre consejos, canchas y viajes, ambos entablaron una amistad tan fuerte, que el entrenador terminó siendo elegido como el padrino de confirmación del delantero. "Yo a él lo considero casi un hijo, soy como un padre futbolístico", contó Páez-Pumar, quien durante el Apertura enfrentó por primera vez a Aristeguieta, cuando Petare venció a Caracas por 4-1. Esta tarde, el Olímpico vivirá el segundo round.
"A uno le toca enfrentarse con muchos amigos. Si lo veo antes, seguro nos saludaremos, pero ya en la cancha él será mi rival y voy a querer ganarle", contó Aristeguieta, quien esta tarde saldrá como suplente. ¿Le pedirá la bendición a su padrino? "No, este día no hay bendiciones, ni de él para mí, ni yo se la voy a pedir".

*Nota publicada en la edición de El Nacional del 15/04/2012

viernes, 13 de abril de 2012

Maestrico: "Hay que estar listo para las oportunidades"

El Estadio Bicentenario de San Juan es un lugar que le gusta a César González. La vez que lo conoció, el volante monaguense vestía la camiseta de la selección, la noche en la que consiguió el pase a la semifinal de la Copa América al derrotar a Chile. El miércoles, casi nueve meses después, volvió a esa cancha, en una cita mucho menos trascendental pero también agradable para él, pues volvió a ser titular con River Plate en la victoria contra Quilmes por 2-1 en un partido de la Copa Argentina.
Con apenas dos partidos jugados en este 2012, el técnico Matias Almeyda le entreabrió la puerta y él aprovechó para escabullirse. Se enfundó la camiseta con el número 10 y le hizo méritos con un pase entre líneas que generó el primer gol de su equipo, el cual terminó concretando David Trezeguet. Era apenas su quinto partido con el equipo, pero él lo quiso aprovechar como si fuera el último. "Uno siempre espera estas oportunidades y tiene que estar preparado. Esta vez me tocó y lo hice bien", contó ayer desde Buenos Aires, luego de regresar a su casa.
Pese a disfrutar de las peculiaridades de estar en uno de los dos grandes de Argentina, para González no ha sido una temporada dulce. "No es fácil, llegar a la casa después de entrenar y muchas veces no estar convocado. Por más que los compañeros te den ánimos y te digan que lo estás haciendo bien. Yo sé que estoy en un buen momento futbolístico pero el técnico cree que hay otros mejores y uno lo respeta". Ante eso, no le quedó otra opción que sentarse a esperar, hasta el miércoles. "Ya tenía dos semanas sintiéndome bien, me sentía rápido, explosivo. Eso ya me había pasado antes en los partidos contra Argentina y Colombia, que no venía jugando con regularidad e hice buenos partidos. Creo que también pasa mucho por la actitud, cuando te concentras y no pones eso como excusa, eso te ayuda".

QUIERE MAS. Su buen partido coincide con uno de los momentos más delicados de su equipo, que incluso ha perdido la punta del torneo de segunda división en Argentina. "Tenemos una gran responsabilidad que es subir, pero hay mucha presión, la gente quiere que ganemos todos los partidos por tres o cuatro goles y si uno le hace caso a eso te desequilibra. Lo importante es subir, y estoy seguro de que vamos a salir adelante".

Sobre esa presión, el equipo venía cosechando triunfos sin brillo, arrastrando ciertas críticas en la prensa. "Es cierto que teníamos cuatro partidos sin jugar bien. Debemos regresar a la tranquilidad, a controlar la pelota, eso hay que rescatarlo". Con ese guión, y apoyado por su buen partido en San Juan, González confía en dar un paso más y ganar más protagonismo en la liga. "Eso es lo que uno quiere". Y para eso piensa aprovechar cada oportunidad que le den, como la del miércoles en un estadio al que ya le agarró el gusto.

jueves, 12 de abril de 2012

Plasencia y el otro lado de la capital

Uno de los estribillos más viejos de la barra del Caracas asegura que "hoy es el día / de la alegría / desde Propatria / hasta La Urbina". Un coro con el cual Manuel Plasencia bailó por varios años, mientras aquella banda que hoy habita la curva sur del Olímpico apenas eran unos pocos fanáticos. Eran los años noventa, en los que el técnico celebró las tres primeras estrellas de la institución en el Brígido Iriarte. El domingo, el entrenador volverá a encontrarse con la camiseta roja, pero esta vez desde el banco rival. "Esta vez me toca estar al frente como me ha tocado con Carabobo, Trujillanos, Monagas, Mineros y con Táchira. Me ha tocado estar en otros bancos pero recuerdo mis 14 temporadas con ellos, claro que las recuerdo", contó ayer Plasencia, quien ahora comanda el Petare, un proyecto que guarda varias similitudes con aquel Caracas que buscaba abrirse espacio hace más de 20 años.
"Ellos son el ejemplo que todos los equipos deben seguir". Radicados en el oeste de la capital, el conjunto de la Cota 905 fue construyendo su fanaticada. "Cuando jugaba allá, en la grada máximo iban 200 personas. Ahora Caracas mete 14.000 o 15.000 personas y eso se fue dando paso a paso", apuntó Wuiswell Isea, quien llegó a celebrar uno de los primeros títulos del conjunto rojo. Ahora en Petare, uno y otro se han encontrado con la idea de seguir pasos similares, aunque el escenario sea distinto. "Ojala pudiéramos hacer en este lado de Caracas lo que hicimos en aquel lado", contó Plasencia sobre los proyectos de su actual equipo, que tras cambiarse el nombre a Petare, ha buscado el arraigo de la gente de la parroquia ubicada al este del mapa capitalino, adonde la canción de la barra caraquista no alcanzó a llegar para no quebrar la rima.
Entre los más de 400.000 habitantes de la parroquia, el Petare ha buscado echar raíces. Uno de sus principales objetivos ha sido establecer un nexo con la gente de la zona para poder formar una afición. Para eso, han realizado más de 50 clínicas, de las que 95% han sido en el Municipio Sucre. En cada una de esas actividades, algunas con hasta 120 niños, han repartido entradas para sus partidos. "Aquí los directivos han mostrado un respaldo a la institución, parecen ir por buen camino", opinó Isea.
El mismo volante aclara que el segundo gran paso del Petare debe estar en la cancha de entrenamiento propia. "Eso es importante. Al Caracas le ha dado frutos, tu ves el plantel y casi todos son jugadores que vienen de abajo, con un trabajo bien formado. Eso le ha dado frutos". A eso apuesta el Petare, y con ellos Plasencia, quien ahora busca el éxito en el otro lado de la capital.

lunes, 2 de abril de 2012

"Hay que estar medio loco para dirigir"

Raúl Cavalleri (Rosario, 20/03/53) se detiene, mira, y asegura no saber por qué fue que se metió en el camino para haber llegado a donde está. Luego de haber sumado dos estrellas a su hoja de vida, una con Minervén (1996) y otra con Italchacao (1999), el técnico rosarino tiene claro el devenir de los hechos.

Recuerda con claridad que jugando en Lara a finales de los setenta, se lesionó la columna y el equipo le ofreció ser asistente. El tiempo le abrió el paso hasta ser el entrenador principal. "No era algo que yo estaba buscando", dijo. Sin embargo, comenzó a caminar. "En ese Lara recuerdo que no teníamos más de dos pelotas". Luego a tomar curvas y curvas hasta llegar a un cuadro de mediana estatura como Aragua, donde sigue dirigiendo con la intensidad de cuando llevaba las riendas de algún favorito. "Es una mentalidad que te queda. Recuerdo que cuando llegué al Aragua estaba de puesto 15 y ganamos el primer partido 1-0 a Llaneros. El segundo ganamos a Yaracuyanos de chiripa y nos tocó ir a San Cristóbal. En el vestuario les pedí que teníamos que ganarle a Táchira y todos me miraban diciendo `este está loco. Si apenas veníamos saliendo del descenso’. Y es que esa presión de ganar me la meto solo, no necesito que me lo digan los directivos o el público. Yo venía con el Aragua y si perdía con Táchira en Pueblo Nuevo, pasaban dos días que nadie me podía hablar. Me ponía terrible. Era como un poco que no estaba consciente de lo que había llevado. No podía estar amargado 48 horas, tenía que darme cuenta de con qué le quería ganar", comentó con ese acento argentino al que se aferra como para no olvidar sus raíces.

A pesar de no haber tenido claro a dónde quería llegar con el camino que estaba tomando, Cavalleri fue anotando en una libreta las cualidades que iba viendo necesarias para ese puesto. "Para ser técnico hay que estar un poco desequilibrado", es una de las primeras cosas que anotó. Al lado le puso un visto bueno: "Todos lo estamos un poco". Sin embargo, la lista no se detiene ahí. "Ser técnico es un todo, es un cúmulo de montones de cosas. Es simbólico que hay que estar loco. Si analizás lo que fue mi vida, en mi barrio éramos 10 amigos y todos hacían lo que yo decía, porque tenía la característica de líder. Una vez en el colegio hicieron una reunión y dijeron que había una mafia. Yo no era mafioso pero aparecieron mis padres, pobres, y les dijeron que el jefe de la mafia es su hijo. Siempre me tenían como el jefecito. Llegué a los equipos y era capitán. Eso tampoco lo busqué. Si hay 10 muchachos como vos y siguen lo que dices, es porque debes tener algo de líder".

Capacidad de reacción. La lista continúa. "Luego debes analizar y ver el fútbol, que es algo que a todos nos gusta y que es muy discutible. Luego hay entrenadores y directores tácticos. Director técnico sería el entrenador, es el director de los trabajos técnicos pero director táctico es el estratega. Una vez Niembro, (Fernando, un conocido periodista argentino) le preguntó a (Gabriel) Batistuta y a (Hernán) Crespo, que venían de ser figuras en Europa, qué técnico era mejor, si el europeo o en este caso los argentinos. Y los dos contestaron que los argentinos, porque dijeron que eran los únicos que en un vestuario cambiaron un partido. El europeo no te lo cambia, comienza de una manera y así terminás. Por eso digo que hay dos tipos, entrenadores hay muchos. Pero la estrategia, la formación del equipo, la visión de elegir a uno entre 30 jugadores, el decir: 'este es el equipo, lo encontré’. El pensar un partido y conseguirte con otro en la cancha y poder cambiarlo, eso te convierte en estratega. Y después hay que ser consciente y no lo digo por humildad si no por sabiduría: no hay técnico sin jugadores. No existen".

De entre esas cualidades, hay una que ha destacado a Cavalleri, quien ha abierto la puerta del fútbol profesional a varios jovencitos. "Por mis manos han pasado los mejores jugadores venezolanos y eran muchachos. (Edson) Tortolero, cuando yo llegué, estaba en la segunda división de Minervén de El Callao. Yo pude haber dicho, `este no me sirve, traéme uno de experiencia’. Como Tortolero puedo decirte Angelucci. Cuando lo traíamos de Turén, le pateaban de 40 metros y era gol. Juan García, jugaba en un equipito que se llamaba Interalumen. Y así un montón, me traje cuando no era nada a (Rafael) Castellín, era un muchachito de Monagas. Y si me pongo a recordar. Un día me dijeron hay un loco de pelo largo, juega bien pero es extraño. Se llamaba Félix Hernández, y les dije que lo trajeran".

Todos ellos fueron fundamentales en los éxitos del técnico a finales de la década de los noventa. Sin embargo, el tino aseguró no haberlo perdido. "En Aragua eso sigue pasando, un día me voy a ver un juego de los juveniles y digo `¿Y este muchacho?’, les dije que me lo mandaran y así apareció (Juan) Azocar. Por ahí no me lo habían mandado creyendo que había mejores. Menos mal que fui a ver ese partido", apuntó sobre el delantero, uno de sus últimos descubrimientos. "En Argentina grandes técnicos de menores han hecho historia. Son esos técnicos que veían lo que no veíamos todos. Hay gente que ve donde otros no ven. Por eso, por mis manos han pasado grandes chicos, vaya a saber si con alguno me equivoqué, no lo sé, quizás pasó alguno bueno y no me di cuenta".

"En las entrevistas siempre hablamos lo mismo". Aunque no esté anotada en el cuadernito de cualidades para ser entrenador, otro de los rasgos principales de Cavalleri es su sinceridad. "En el fútbol hay muchos versos, hay pocos frontales. A veces vienen a hacerme entrevista y no me gusta porque siempre hablamos lo mismo, ¿qué quieres que te diga? Que sí, que Caracas es difícil. Mañana viene Llaneros y te digo lo mismo. En el fútbol hay que decir verdades pero tiran muchos versos. Conmigo no se meten y yo no me puedo meter pero hay técnicos que dicen: 'a mí no me gusta ganar si no se juega bien’, y no, es mentira, es mentira porque los echan. Y después los veo llorando y quejándose. A mí me suena a excusa". Sin adornos, el argentino no tiene problemas en admitir su postura. "El fútbol es de resultados. Esa es la eterna pelea discusión espectáculo contra resultado. Y yo digo que me encanta el resultado y me encanta estar en un sillón viendo al Barcelona. Pero cuando dirijo, mi prioridad es el resultado. Si mi equipo ganó y jugó bien mejor, pero si ganó y no jugó bien me voy satisfecho. Para que la voy a negar, para mí lo mas importante es el resultado".

Y así ha sido, asegura, en lo que el denomina "el collar de la vida", que no es otra cosa que una explicación cíclica de la historia. "La vida de uno es como un collar, que comienza en un lugar, da la vuelta y vuelve. Empezás como un niño y terminás como un niño porque cuando sos un hombre muy viejo dependes de los demás, como cuando eras un bebe". Un ejemplo que adapta a su carrera como entrenador, que comenzó en un Lara lleno de muchachos y hoy continúa en un Aragua, que también lo armó sobre varios jovencitos.

¿Fue pensado así para aprovechar uno de los puntos del cuadernito de habilidades? "No, hay que dejarse de versos. Fue la necesidad que me llevó a descubrir. Si me compran futbolistas, pido jugadores para salir campeón. Tenía al gran Miky Mea Vitali, lo disfruté seis meses y para fuera. Y así me fijé, traje a (Dani) Febles, a (Franco) Fasciana, (Ronald) Giraldito, traje buena importación. Luego está (José) Contreras, que es un fenómeno. Ese me lo apuntó Farías.

Cuando fuimos era el tercer arquero del Zamora, no se habían dado cuenta de lo que era hasta que lo trajimos. Por eso digo, si hubiera tenido plata hubiera salido a comprar jugadores". Y es que en ese collar del que habla, Aragua tiene cosas que compara con aquel Lara de las dos pelotas. "Lo faltantes de la vida me faltaron aquí. Este era un equipo que tuve que cambiarle todo, la estructura, todo. Cuando llegué, ni te puedo contar. Si decías, ¿Y este jugador por qué? y te decían: `No pero es que el padre ha ayudado mucho’. Y no, pará, conmigo no. Vete a tu casa". Sin embargo, luego de varios meses asegura haberle tomado cariño a los dirigentes y a la misma camiseta. "Yo me involucro mucho en los equipos que dirigo, casi como si fuera un hincha. Siento que tengo toda la vida aquí en el Aragua". Por eso aspira ahora, sin versos y con el resultado por sobre cualquier cosa, llevar al equipo a una Copa Internacional. Luego ya verá a dónde lo llevará la teoría sobre el collar de la vida.

*Nota publicada en la edición del 02/04/2012 de El Nacional. Fotos de Williams Marrero.