Un sombrero de bufón, de rayas rojas y blancas, y una bandera venezolana amarrada al cuello acompañaron a César González durante la celebración de River Plate en el vestuario del estadio Monumental. En el pecho, todos los jugadores lucían una camiseta con la inscripción: 23J Resurrección, en alusión a la fecha en la que el cuadro de la franja roja selló su regreso a la primera división. "Le doy gracias a Dios por dejarme vivir algo así", comentó el criollo ayer, aún sin poder terminar de traducir en palabras la emoción que sentía.
Para la afición millonaria, la que más títulos ha celebrado
en Argentina, el triunfo fue el desahogo luego de un año de sufrimiento en la
segunda categoría. Para Maestrico la sensación no era muy distinta luego de una
temporada agridulce, que comenzó con el cuarto lugar en la Copa América y
terminó con el título de la segunda de argentina.
“Muchos me criticaron cuando me vine a jugar en segunda
división pero es que no saben lo que es River Plate", agregó el jugador
que en todo el año nunca dejó de asombrarse por la dimensión del equipo y del
impacto social que tenía. "Estos son los retos que me gusta tomar. Este es
el tipo de cosas que quiero conseguir".
El sábado, luego del partido, intentaron dar una vuelta
olímpica pero no pudieron completarla por la gran cantidad de fanáticos que se
habían lanzado al terreno a celebrar en un estadio que recibió casi 5.000
fanáticos más de los que podía. La euforia de González pasó pronto a la
preocupación, ya que no encontraba a su familia. Cuando lo hizo, abrazó a su
hijo Matías y se soltó a llorar. "Si tengo que dedicárselo a alguien es a
ellos, a mi familia, que me apoyaron en los malos momentos".
Duro camino. Pese
a haberse acostumbrado a los finales felices, a González le costó llegar a
ellos. Llegó al equipo en agosto cuando la temporada ya había comenzado. Luego
un par de lesiones y sus constantes sus constantes viajes para jugar con la
selección le hicieron llegar a la segunda mitad de la temporada con apenas
cuatro partidos jugados. A su lado estaban futbolistas de muchísimo cartel como
Fernando Cavenaghi, "Chori" Domínguez, Leonardo Ponzio o David
Trezeguet, quien dejó un contrato millonario en Oriente Medio para regresar a
Buenos Aires. “David vino porque es fanático de este equipo".
Aún así, logró hacerse un puesto en el equipo. "Es un
honor haber jugado aquí, aprendí muchísimo de ellos. Disfruté cada
entrenamiento con ellos", dice Maestrico que se aferró con las dos manos
de la oportunidad que le dio el técnico en marzo, ante Quilmes, en la Copa Argentina, un
partido en el que inició el primer gol de su equipo y dejó una muy buena imagen
jugando, aquel día, con la camiseta número 10.
El sábado salió a jugar con la 11. Siendo titular en el
partido más importante del año. Era un premio para su trabajo. "Siento que
aporté mucho en River", comentó aún emocionado Maestrico. "Esta
emoción me la llevaré para toda la vida". Minutos antes, Trezeguet, el
héroe del ascenso con sus dos goles, había comparado la euforia de ese momento
con el que le vivió en la
Eurocopa 2000, que ganó Francia con un gol de oro suyo. “Este
gol vale más", dijo. "No sabría con qué compararlo. A River lo sigue
mucha gente, por jugar aquí te escriben desde muchos lados del mundo, te
reconocen a donde sea que vayas en la calle", agregó González.
Y de que le sirvió haber jugado con River y haber tenido tan linda experiencia si al final lo botaron como a un perro???
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