Era su primer día de clases en la nueva escuela. El pequeño Miroslav
Klose tenía nueve años de edad y sólo sabía decir dos palabras en alemán: sí y
gracias. La profesora le pidió tomar un dictado y entre el discurso no estaban
las únicas silabas que el niño podía reconocer. El delantero cuenta que entregó
la hoja en blanco, lo que le costó un regaño. Dos horas después corrió a su
casa llorando. Su familia había llegado a Kusel en carro tras cruzar la frontera
desde Polonia. El inicio no fue sencillo.
“Empacamos las cosas mas importantes en el carro y fuimos a
un campo de refugiados en Baja Sanoja”, contó a Spiegel en 2010. En ese refugio
estuvieron nueve días. “Vivíamos cuatro o cinco familias en una habitación, con
un solo inodoro para todos”, detalló en una entrevista en la que cuenta
detalles impresionantes de su infancia. Su padre, Josef, había sido delantero
del Opole, el club del pueblo de toda la vida, donde nació Klose. Su madre, Bárbara,
jugaba balonmano. Ambos se conocieron cuando Josef fue a ver al gimnasio la
encontró entrenando.
Miroslav nació en junio de 1978 y cuatro meses más tarde
Josef se fue a Francia para jugar con el Auxerre primero y el Chalón después. Decidió colgar las botas cuatro
temporadas después y a los dos años metió a su familia en el carro para buscar
un mejor futuro del otro lado de la frontera, al oeste de Alemania, en la
periferia de Kaiserlautern, donde una tía de Miroslav había vivido varios años
antes.
La familia Klose se instaló en un edificio en lo alto de una
colina. Ahí convivía con media decena de familias inmigrantes de otros puntos
de Europa o África. Desde ahí Miroslav vio un terreno en el que se podía jugar
al fútbol. No sabía hablar alemán pero sí podía hacerse entender por medio de la
pelota. “Fue gracias a mis amigos que fui aprendiendo más palabras”. La pelota
le sirvió para perfeccionar su técnica rematadora, ganarse el respeto de sus
compañeros, hacer amigos y a través de ellos aprender alemán. Fue por medio
del
juego que pudo aprender a tomar dictados en clases. Miroslav Klose / Crédito:Spiegel Online |
Efervescencia
Klose comenzó tarde a hacerse un hueco en el fútbol
profesional pero una vez adentro, escaló a una velocidad impresionante. A los
20 jugaba tercera categoría y un año después pasó al filial del Kaiserlautern.
En dos temporadas debutó en primera división y luego, casi de inmediato, en la
selección. Otro ilustre goleador alemán, Rudi Voeller, fue quien le abrió la
puerta del combinado alemán y él respondió anotando en su primer encuentro,
contra Albania. Doce meses después y con 24 años en el pasaporte, ya se había
ganado un puesto dentro del equipo que jugó el Mundial de Corea-Japón. Su
espectacular remate de cabeza le sirvió para anotar los cinco goles que firmó
en el torneo: contra Arabia Saudi (3), Irlanda y Camerún. Su Alemania llegó
hasta la final pero vio como un esplendido Ronaldo les arrebató el título con
dos goles en la final.
Cuatro años más tarde, el carioca le arrebataría el récord
de goleadores a su compatriota Gerd Muller, al anotar tres tantos más en
Alemania 2006, dos contra Japón y el gol número 15, el del nuevo récord, contra
Ghana. Klose, con 28 velas en su torta, estaba aún muy lejos de aquello, pese a
que en ese torneo hizo otras cinco volteretas. Solo uno de ellos –contra Argentina-
fue de cabeza, justamente el que él considera el más importante de los 15
porque les permitió llegar a la final, la cual volvieron a perder, esta vez
contra Italia. Antes, Costa Rica y Ecuador habían recibido dos latigazos cada
uno, por lo que el atacante terminó como líder goleador de aquella justa.
Crédito: Spiegel Online |
Jugó su tercer torneo seguido en Suráfrica 2010 tras soplar
32 velas en la torta. Sumó su undécimo gol con su receta preferida, un remate
de cabeza contra Australia. Luego se anticipó ante la salida de David James
para anotarle a Inglaterra. El 13 y el 14 fueron contra Argentina. El récord
estaba a su alcance pero no pudo marcar en la semifinal contra España y un
problema en la espalda le apartó del partido por el tercer lugar, el cual le
ganaron a Uruguay por 3-2.
El paso de los años ya dejaba huella en Klose. Así lo
mostraban sus registros goleadores en sus clubes, que ya no eran iguales a los
que había llegado a firmar en sus mejores años con el Werder Bremen o el Bayern
Munich. Su ocaso le convirtió en suplente en el cuadro muniques, del cual salió
para jugar en la Lazio e intentar alargar su carrera un par de años más, lo que
le permitó llegar a Brasil para cazar a Ronaldo. En Roma relanzó su carrera.
Anotó casi 30 goles en sus dos primeros años y pese a tener ya 36 cumpleaños
entre pecho y espalda, Joachim Low lo llevó a Brasil, para que le ayudara con
partidos trabados.
Para él, quien vio a su papá dejar todo atrás para poder
brindarle a él y a su hermana una vida mejor, el gol es su mejor manera de echar
una mano a los suyos. “Desde luego que es algo muy especial para mí. De eso no
hay duda. Pero lo mejor de todo es que ha servido para ayudar a mi equipo”,
declaró luego del partido en el que anotó su gol 15, casualmente, también
contra Ghana. Su voltereta, la postal con
la que acompañó casi todas sus celebraciones, quedó a medias cuando el atacante
no pudo girar completamente. “Ya me estoy haciendo mayor”.
En su mente siguen presentes las tardes en las que compartía
una habitación con otras cinco familias que soñaban con emigrar al país que hoy
hace sentir orgulloso. En Munich, más de uno se sorprendió al verlo llegar cada
mañana con un carro cuatro puertas tipo sedan, pese a que era uno de los
mejores pagados. Cada noche rescata unos minutos para hacer estiramientos antes
de dormir. Asegura que eso le ha ayudado a alargar su vida en el terreno de
juego. Luego se despide de sus dos morochos, delanteros como él. Ambos crecieron
hablando polaco en la casa y alemán en la escuela.
Ya no tienen que compartir el inodoro entre varias familias.
Sin embargo, a Klose le sigue gustando, de vez en cuando, tomar el camino de
regreso y volver a Opole. Dice que le hace sentirse desconectado del mundo.
Allá recuerda quién es y de dónde vino. Recuerda cuando la pelota fue su mejor
traductor cuando los tiempos eran más difíciles. Antes de anotar 15 goles en
Mundiales.
*Texto publicado en Letrasdeporte.com durante la cobertura del Mundial 2014.
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