martes, 1 de noviembre de 2016

Klose y el gol como su lengua madre

Era su primer día de clases en la nueva escuela. El pequeño Miroslav Klose tenía nueve años de edad y sólo sabía decir dos palabras en alemán: sí y gracias. La profesora le pidió tomar un dictado y entre el discurso no estaban las únicas silabas que el niño podía reconocer. El delantero cuenta que entregó la hoja en blanco, lo que le costó un regaño. Dos horas después corrió a su casa llorando. Su familia había llegado a Kusel en carro tras cruzar la frontera desde Polonia. El inicio no fue sencillo.
“Empacamos las cosas mas importantes en el carro y fuimos a un campo de refugiados en Baja Sanoja”, contó a Spiegel en 2010. En ese refugio estuvieron nueve días. “Vivíamos cuatro o cinco familias en una habitación, con un solo inodoro para todos”, detalló en una entrevista en la que cuenta detalles impresionantes de su infancia. Su padre, Josef, había sido delantero del Opole, el club del pueblo de toda la vida, donde nació Klose. Su madre, Bárbara, jugaba balonmano. Ambos se conocieron cuando Josef fue a ver al gimnasio la encontró entrenando.
Miroslav nació en junio de 1978 y cuatro meses más tarde Josef se fue a Francia para jugar con el Auxerre primero  y el Chalón después. Decidió colgar las botas cuatro temporadas después y a los dos años metió a su familia en el carro para buscar un mejor futuro del otro lado de la frontera, al oeste de Alemania, en la periferia de Kaiserlautern, donde una tía de Miroslav había vivido varios años antes.
La familia Klose se instaló en un edificio en lo alto de una colina. Ahí convivía con media decena de familias inmigrantes de otros puntos de Europa o África. Desde ahí Miroslav vio un terreno en el que se podía jugar al fútbol. No sabía hablar alemán pero sí podía hacerse entender por medio de la pelota. “Fue gracias a mis amigos que fui aprendiendo más palabras”. La pelota le sirvió para perfeccionar su técnica rematadora, ganarse el respeto de sus compañeros, hacer amigos y a través de ellos aprender alemán. Fue por medio
del juego que pudo aprender a tomar dictados en clases.
Miroslav Klose /  Crédito:Spiegel Online

Efervescencia
Klose comenzó tarde a hacerse un hueco en el fútbol profesional pero una vez adentro, escaló a una velocidad impresionante. A los 20 jugaba tercera categoría y un año después pasó al filial del Kaiserlautern. En dos temporadas debutó en primera división y luego, casi de inmediato, en la selección. Otro ilustre goleador alemán, Rudi Voeller, fue quien le abrió la puerta del combinado alemán y él respondió anotando en su primer encuentro, contra Albania. Doce meses después y con 24 años en el pasaporte, ya se había ganado un puesto dentro del equipo que jugó el Mundial de Corea-Japón. Su espectacular remate de cabeza le sirvió para anotar los cinco goles que firmó en el torneo: contra Arabia Saudi (3), Irlanda y Camerún. Su Alemania llegó hasta la final pero vio como un esplendido Ronaldo les arrebató el título con dos goles en la final.
Cuatro años más tarde, el carioca le arrebataría el récord de goleadores a su compatriota Gerd Muller, al anotar tres tantos más en Alemania 2006, dos contra Japón y el gol número 15, el del nuevo récord, contra Ghana. Klose, con 28 velas en su torta, estaba aún muy lejos de aquello, pese a que en ese torneo hizo otras cinco volteretas. Solo uno de ellos –contra Argentina- fue de cabeza, justamente el que él considera el más importante de los 15 porque les permitió llegar a la final, la cual volvieron a perder, esta vez contra Italia. Antes, Costa Rica y Ecuador habían recibido dos latigazos cada uno, por lo que el atacante terminó como líder goleador de aquella justa. 
Crédito: Spiegel Online

Jugó su tercer torneo seguido en Suráfrica 2010 tras soplar 32 velas en la torta. Sumó su undécimo gol con su receta preferida, un remate de cabeza contra Australia. Luego se anticipó ante la salida de David James para anotarle a Inglaterra. El 13 y el 14 fueron contra Argentina. El récord estaba a su alcance pero no pudo marcar en la semifinal contra España y un problema en la espalda le apartó del partido por el tercer lugar, el cual le ganaron a Uruguay por 3-2.
El paso de los años ya dejaba huella en Klose. Así lo mostraban sus registros goleadores en sus clubes, que ya no eran iguales a los que había llegado a firmar en sus mejores años con el Werder Bremen o el Bayern Munich. Su ocaso le convirtió en suplente en el cuadro muniques, del cual salió para jugar en la Lazio e intentar alargar su carrera un par de años más, lo que le permitó llegar a Brasil para cazar a Ronaldo. En Roma relanzó su carrera. Anotó casi 30 goles en sus dos primeros años y pese a tener ya 36 cumpleaños entre pecho y espalda, Joachim Low lo llevó a Brasil, para que le ayudara con partidos trabados.
Para él, quien vio a su papá dejar todo atrás para poder brindarle a él y a su hermana una vida mejor, el gol es su mejor manera de echar una mano a los suyos. “Desde luego que es algo muy especial para mí. De eso no hay duda. Pero lo mejor de todo es que ha servido para ayudar a mi equipo”, declaró luego del partido en el que anotó su gol 15, casualmente, también contra Ghana.  Su voltereta, la postal con la que acompañó casi todas sus celebraciones, quedó a medias cuando el atacante no pudo girar completamente. “Ya me estoy haciendo mayor”.
En su mente siguen presentes las tardes en las que compartía una habitación con otras cinco familias que soñaban con emigrar al país que hoy hace sentir orgulloso. En Munich, más de uno se sorprendió al verlo llegar cada mañana con un carro cuatro puertas tipo sedan, pese a que era uno de los mejores pagados. Cada noche rescata unos minutos para hacer estiramientos antes de dormir. Asegura que eso le ha ayudado a alargar su vida en el terreno de juego. Luego se despide de sus dos morochos, delanteros como él. Ambos crecieron hablando polaco en la casa y alemán en la escuela.
Ya no tienen que compartir el inodoro entre varias familias. Sin embargo, a Klose le sigue gustando, de vez en cuando, tomar el camino de regreso y volver a Opole. Dice que le hace sentirse desconectado del mundo. Allá recuerda quién es y de dónde vino. Recuerda cuando la pelota fue su mejor traductor cuando los tiempos eran más difíciles. Antes de anotar 15 goles en Mundiales. 

*Texto publicado en Letrasdeporte.com durante la cobertura del Mundial 2014.